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si es amor que sea de cine

HAY QUE SER VISIBLE PARA LA PAREJA

Francisco Garzón Céspedes (Cuba/España)

 

El día que uno percibe que en la calle, para los otros, se ha vuelto invisible, detiene su vida. No suicida su vida, sólo la inmoviliza mientras termina de comprender lo de su invisibilidad, mientras la asimila y toma decisiones aceptándola o retándola. ¿Quiénes se vuelven invisibles? Porque una cosa es estar inscripto dentro de los que en determinadas sociedades y circunstancias resultan invisibles o casi invisibles para los demás en las calles: los inmigrantes de otras razas, o los obesos, o raquíticos, o distintos físicamente –aunque quienes discriminan no suelen reconocer estas discriminaciones–; y otra cosa es haber sido visible durante toda la existencia, y una mañana cualquiera, al salir a caminar, darse cuenta de que uno ha pasado a estar en el bando de los invisibles. No se halla uno acostumbrado a eso de haber desaparecido para los desconocidos. Es un asombro. Es un desconcierto. Es una inquietud. Es una realidad extraña, supongo. Es, debe ser, un cuestionamiento a ratos triste, a ratos amargo, a ratos doloroso. Y, sí, ocurre, puede ocurrir: Ya a uno no lo miran en las aceras, en las plazas, en los cafés, en sitio alguno público. No lo miran con curiosidad. Y, en especial, no lo valoran, no lo tasan. Uno ha dejado de estar en el mercado callejero del deseo, o lo que es peor, de la posibilidad de amor, supongo. Uno ha envejecido. Es un anciano. De no morirnos antes de llegar a la vejez, esa invisibilidad nos aguarda. Quizás lo mejor es arribar a ese período desde un estado en que a uno haya dejado de importarle, en lo fundamental, ser visible o no ser visible para los otros en la calle; y ha dejado de importarle porque tiene relaciones, en profundidad a sentimiento y razón, permanentes, perdurables, unas para las que uno en su cotidianeidad es una y otra vez muy visible, visibilidad desde la que puede afrontar la invisibilidad callejera por llegar o que ha llegado. Por eso no hay que sostener relaciones de pareja en las que uno ha pasado a ser invisible para la otra parte. Y creo recordar que eso es lo que le ocurre un día a la protagonista de Vivir para vivir[1] –caracterizada por esa actriz francesa de primerísima línea recién fallecida, Annie Girardot– que percibe que se ha tornado invisible para su esposo, sólo que ella no lo resuelve de inicio. Como he escrito: El amor es carrera de dos, esplendor compartido o que muere.

 


[1] Vivir para vivir (Vivre pour vivre, Francia, Les Films Ariane / Les Productions Artistes Associés / Vides Cinematografica, 1967, 130 minutos, color). Director: Claude Lelouch. Guionistas: Claude Lelouch, Pierre Uytterhoeven. Protagonistas: Annie Girardot, Yves Montand, Candice Bergen. Fotografía: Patrice Pouge. Música: Frances Lais. Nominada al Oscar como mejor película de habla no inglesa. En España aún no existe en DVD.

 

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