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si es amor que sea de cine

CICLO EN HOMENAJE A DEBORAH KERR

Francisco Garzón Céspedes (Cuba/España)

 

Me he programado en video un Ciclo de Cine “Homenaje a Deborah Kerr”, estrella primero del cine británico y más tarde del norteamericano que, nacida el 30 de Septiembre de 1931, falleció el 16 de Octubre del 2007 en su casa de Suffolk, Inglaterra, su país de origen, luego de padecer durante varios años la enfermedad de Parkinson. Su viudo, el escritor y guionista Peter Viertel (autor del guión de La reina de África, de John Huston, de Fiesta, de Henry King y sobre la novela de Ernest Hemingway, y de Cazador blanco, corazón negro de Clint Eastwood, entre más) como corresponde a los grandes amores que han durado décadas (se casaron en 1962, siendo el segundo matrimonio para Deborah Kerr), murió sólo 22 días después en Marbella donde también solían residir, aunque desde hacía años vivían en Suiza. Deborah Kerr candidata seis veces al Oscar lo recibió de la Academia en el año de 1994 y en reconocimiento de toda su carrera en el cine, en la que caracterizó magistralmente en complejidades y matices personajes tan disímiles como la disciplinada y reprimida monja de Narciso Negro y la esposa desatada e infiel de De aquí a la eternidad, para llegar entre tantos más a la tímida y alienada solterona de Mesas separadas. Confieso que yo en los últimos años siempre tuve la ilusión de que alguno de los grandes festivales cinematográficos españoles le rindiera tributo y lo esperé emocionado. Y por cierto, volviendo a Deborah Kerr y Peter Viertel, si dos personas con mucho talento son pareja a lo largo de mucho tiempo inevitablemente concluyo que son buenas personas. Poco a poco me deslumbró Deborah Kerr, por sus capacidades de excepción para crear unos y otros personajes, desde el cine norteamericano de los cincuenta, aunque algunas de esas películas las vi a comienzos de los sesenta; de toda esa época: Las minas del rey Salomón (King Solomon’s Mines, 1950) de Andrew Marton, Quo Vadis? (Quo Vadis?, 1951) de Mervyn LeRoy, El prisionero de Zenda (The Prisoner of Zenda, 1952) de Richard Thorpe, tres que disfruté varios años después de estrenadas, en Camagüey, Cuba, en la década de los cincuenta; Julio César (Julius Caesar, 1953) de Joseph L. Mankiewicz, De aqui a la eternidad (From Here to Eternity, 1953) de Fred Zinneman, El rey y yo (The King and I, 1956) de Walter Lang, Té y simpatía (Tea and Sympathy, 1956) de Vincente Minnelli, Tú y yo (An Affair to Remember, 1957) de Leo McCarey, Buenos, días tristeza (Bonjour tristesse, 1958) de Otto Preminger, Mesas separadas (Separate Tables, 1958) de Delbert Mann, de éstas alguna puede que la haya visto a finales de los cincuenta, y la mayoría en los sesenta y en la Cineteca (en la Cinemateca de Cuba, en La Habana, entre otras cosas porque cuando se estrenaron estaban prohibidas para los niños); y a fines de los sesenta principios de los setenta fue cuando debo haber visto la inquietante Otra vuelta de tuerca (The Innocents, 1961) de Jack Clayton y El compromiso (The Arrangement, 1969) de Elia Kazan (a quien aún no detestaba). El Ciclo estuvo precedido por el hecho de que hace muy poco volví a ver De aquí a la eternidad y Tú y yo, y porque vi por primera vez Vivir un gran amor (The End of the Affair, 1955) de Edward Dmytryk (la Kerr, Van Johnson y John Mills, admirables, pero es mejor el guión del reciente remake con un reparto encabezado por Julianne Moore), Días sin vida (Beloved Infidel, 1959) de Henry King, y La noche de la iguana (The Night of the Iguana, 1964) de John Huston; y lo he inaugurado viendo, en noches seguidas, dos para mí inéditas: Narciso Negro (Black Narcissus, 1947, etapa inglesa) de Michael Powell y Emeric Pressburgery, y Sombras de sospecha (The Naked Edge, 1961) de Michael Anderson, pensando en seguir con la para mí también inédita Sólo el cielo lo sabe (Heaven Knows, Mr. Allison, 1957) de John Huston, y con volver a El compromiso y a, mi preferida, Tú y yo (en Cuba: Algo para recordar), una que sé no debía serlo, emblemática de Deborah Kerr (y Cary Grant) y del cine de amor de pareja, una que he visto decenas de veces.  El amor reinaugura la eternidad, he escrito, y ahora lo reafirmo.

 

Este comentario pertenece al libro inédito Genial amor de este autor.

 

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